lunes, 7 de octubre de 2013

UN LIBRO

Suspiró hondo, parpadeó despacio y dejó de mirar a un punto fijo sin más. Ni sabía cual era, tampoco acertaba a saber el tiempo que había pasado abstraída, ausente y fuera del mundo. Lejana su mente había vagado por los sinuosos renglones del libro que tenía en su regazo, sentada cómoda y a la vez en el equilibrio del punto y coma.
Jamás subrayó un libro, pero nunca los olvidó y algunos los leyó con tal deseo que la primera línea de cada página se unía en un baile vertiginoso con la última, deseosa de saber y de vivir la realidad imaginada de hojas encuadernadas. Tal era el ansia que, en ocasiones, tenía que volver a leerlo para saborearlo, paladeando lo que antes le supuso la agonía de saber.
Sin embargo, en esta ocasión cada frase era un poema, una metáfora oculta en un requiebro, y leer solo un párrafo implicaba parar a tomar el aire que se había dejado suspenso en el pecho por la emoción que se filtraba. Esa emoción, que era insistente, laceraba el alma al mismo tiempo que la curaba, una herida de sal, besos y limón.
Libros había muchos, escritores pocos. Se había banalizado tanto el papel, que el couché se transformó en literario y la literatura acabó arrinconada y aterida, asustada y solitaria. Pero unos pocos de escritores y lectores, seguían disfrutando de la lectura lenta y profunda, esa que mueve los cimientos más íntimos y que provoca una sonrisa, una lágrima o ambas a la vez cobijadas por un escalofrío, algo parecido al placer de la tristeza, al dolor en la alegría.
Se asombraba del milagro de la palabra perfecta, de como las pausas atenuaban el dolor o provocaban la magia, le impresionaba hasta que punto una descripción se visualizaba con tal facilidad que podrías reconocer a esa persona, ese paisaje y de que manera los diálogos fluían tal y como lo soñaste antes de suceder.
Bajó la cabeza al inerte trozo de vida que descansaba en sus piernas, su libro, su compañía y a la vez su ventana a sentir historias ajenas que las volvía suyas, sentimientos propios reconocidos en la piel de otro.
Un escape, una diversión. Un libro.

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