jueves, 19 de septiembre de 2013

QUE LLUEVA, QUE LLUEVA

Necesito que llueva para olvidar mi paraguas y perderme en el tuyo cuando tan solo me roce tu gabardina y me llegue tu olor. Quiero volverme y mirarte con relativa sinceridad para asegurarte que me siento fatal porque tengas que acompañarme abusando de tu caridad y ver tu sonrisa inescrutable, y pararme a intentar descifrar si me crees, si no lo haces o si haces que me crees y te gusta mi remedo de despiste.
Quiero que llueva para que se vayan de tus labios los últimos besos que diste que no fueron para mi y que el aire limpio y húmedo te haga germinar el deseo de mis labios en los tuyos.
Me gustaría tanto saber que cuando por fin lleguemos a la parada del bus, desees que se retrase para quedarte más tiempo a mi lado e incluso  que tuviéramos la oportunidad de tomar un café, en una mesa pegada a la ventana del local y mientras, allí sentados, pondríamos interés en ignorar a los que pasan huyendo de la lluvia, concentrados en nuestras corteses palabras y que éstas escondan un pícaro doble sentido.
Pero mis deseos no se cumplen, un sol radiante, agresivo e intenso me ciega, tanto que he tenido que echar las persianas de la oficina y tú sigues ahí, sin paraguas, sin saber que mi idea es olvidarlo por estar a tu lado aunque ni siquiera sepas mi nombre... 

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