Te escribo esta carta por si algún día no estoy, por si sucede que para mí no hay mañana. No, no pongas mala cara. Nunca se sabe dónde tenemos la caducidad y detrás de qué esquina está nuestro fundido a negro.
Puede suceder que esos amaneceres que disfruté pensando en ti, cuando solo hacía minutos que te habías despedido con un beso y un te quiero, no lleguen. He pasado muchos de esos principios del día con una taza de café humeante en las manos y sin más abrigo que cruzar mis brazos y mi amor por ti. En esos momentos en los que parecía que un organizado estilista iba colocando los colores según una programada escaleta, cuando aún el día olía a nuevo, ha sido -y es- mi momento favorito para evocarte y conjurarte a mi lado en tu ausencia y entonces, ser consciente de todo lo bueno que has traído a mi vida.
Desde la primera vez que me miraste a los ojos de frente y te respondí de igual manera -con osadía y sin miedo- hemos dado muchos pasos juntos en ciudades distintas, las mismas manos entrelazadas por diferentes paisajes, tú y yo con igual ilusión y el tiempo contado en canas de más. Incluso había épocas en las que mi pensamiento del amanecer estaba trasladado al ocaso, y mi síntesis de vida, mi disfrute íntimo de cada brizna de cariño, era buscando los colores que preceden a la noche. Eso fue antes de que a esas horas mi vida fuera un agotado trajín de fin de jornada, remate final de un día eterno al que sin embargo le faltaron siempre horas.
Siempre te he dicho que si no estoy lo celebréis con una fiesta, un bar, muchas copas y la alegría de que voy a un sitio mejor, donde seguiré cuidando de ti, de vosotros, y que aunque la pena es un sentimiento lógico y las lágrimas son biología natural en esos momentos, no quiero que te regodees en el drama o en el dolor. Beber, recordar y brindar es sin duda lo mejor que podéis hacer por mí.
Sabes que las cosas siempre salieron a la segunda y que jamás nos vencimos a la primera, pero del valle de los calladitos no se vuelve, así que habrá que asumir que esa vez será definitiva y sin más oportunidades. Aunque ya me conoces, soy capaz de echarle un pulso a la muerte, o al tiempo, por pura cabezonería y ganarme otra prórroga más. No te confíes.
La vida sigue cuando falta alguien, el mundo no se para, no hay tiempo para lamentaciones eternas, y un día sin vivir es un día perdido para siempre porque nunca volverá a ser ése que fue. No dejes que se te escapen.
Puede que finalmente seamos esos viejitos adorables y gruñones que tanto deseas que seamos y que yo me niego a contemplar como opción. Puede que quede mucho para que dejen de pasar los amaneceres por mi vida, pero por si acaso no olvides que lo mejor de mí, eres tú.
Que bonita declaración de amor.
ResponderEliminarPrecioso.
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