jueves, 7 de noviembre de 2013
SONRISA
Ni siquiera las personas que la conocían bien eran capaces de percibir el leve matiz, había que ser muy observador y con todo y con eso, en ocasiones, era imperceptible el cambio, la diferencia.
Ella sonreía como tantas veces, una sonrisa amplia que le llegaba hasta los ojos, que es donde se descubren las que son sinceras, las que no son compromiso ni hipocresía social. Las sonrisas se validan en la mirada, siempre y cuando no fuera ella porque la verdad es que estaba de pie, tranquila y con aplomo, deseando lo mejor como tantas otras veces, a tantas otras personas y sin embargo esta vez era distinto.
Sólo se podía reconocer en un pequeño y bien controlado escalofrío, la piel de gallina disimulada en una conveniente manga larga, y un pellizco en el estómago sin más traslación al exterior. Por dentro su alma resquebrajada y su corazón impertérrito bombeando sangre helada.
Le deseaba lo mejor y eso no era mentira, nunca podría desearle mal a nadie, y menos a él, pero en esa esperanza de bonanza iba implícita una renuncia, leve, pero importante. Sonreía si, aguantaba el tipo, pero no le quedaba ninguna duda que a partir de ese instante no habría hueco para ella en ese nuevo momento para él. Nada podía pedir y jamás exigiría lo que en el fondo no podía dar por falta de medios, de oportunidad, la vida es así...circunstancias pero dolía, escocía mucho.
Ser una mujer decidida, independiente y atrevida tenía una parte maravillosa a la que no estaba dispuesta a renunciar, además de que estaba segura de que no serviría para nada; pero también tenía una parte negativa que era, entre otras muchas, la de llevar con dignidad momentos como este.
Le acarició despacio el rostro, se despedían, no era para siempre, volverían hablar, no quedaba duda, se verían y compartirían incluso algo más que un café, pero ya se había roto, fuera lo que fuera se había roto, entrarían personas nuevas en su vida, si no estaban esperando ya, y casi con total seguridad también en la de ella aunque ahora mismo le pareciera imposible.
Le dijo adiós pero no obtuvo respuesta, se dio la vuelta y no miró atrás, calculaba los días en los que no tendría noticias...si serían muchos, pocos, nunca...caminaba erguida al compás del sonido de sus zapatos de tacón, y ya por fin, se dio el lujo de dejar de sonreír.
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ResponderEliminarExiste otra forma que es la peor. Cuando no dicen adiós ni, se terminó, cuando desaparecen sin poner punto final a la relación, o sea, dejando una herida abierta por tiempo indefinido mientras te desangras poco a poco, esperando...
Se despega siempre algo de tristeza.
ResponderEliminarTambién deja la puerta abierta a otro nuevo amor.
Melancolía y nostalgia de tiempos felices.
Romántica, mucho.
Fue el tercero de los relatos leídos hoy.
Un saludo