domingo, 6 de abril de 2014

CALENDARIO Y HORARIO

Llegan esos días en los que si no estás en la calle piensas que estás perdiendo el tiempo. Días en los que el sol te invita a salir y las alergias llenan de llorosa desesperación a los que la sufren.
Pero las obligaciones no se van, lo que no deja de ser un incordio. Quieres dejar todo atrás y la estúpida voz que tenemos dentro nos recuerda que no debes, que hay que superar las ganas de no hacer nada y travestirlas de ilusión por lo que tienes que hacer. Maldita la gracia.
El calendario está mal. Eso lo sabe cualquiera.
Ya no voy a entrar en el despropósito del horario, que en vez del que nos corresponde nos movemos por el berlinés, y por más que me miro, yo no entiendo porque me hacen vestirme de fräulein, con lo bien que se me da ser mediterránea. Y no, no es publerino lo que digo, que no tengo yo problemas con las fronteras y que mi orgullo no es excluyente. Pero ganas ninguna de vivir con este horario que me da igual que venga de la segunda república o del generalísimo, ambas dos cosas lejanas a Dios gracias, es que yo así no puedo. Me lo cambien, vielen Dank
Pero voy a enredar en el calendario. No hay manera de comprender que con este tiempo, primavera brillante y pintada de azul cielo, nunca mejor dicho, empiecen a obligarnos a los últimos esfuerzos. No es comprensible que con el ardoroso verano que viene, lleguen para los estudiantes los exámenes finales. Enfrentarte exhausto y derrotado, aplastado por la losa del calor infernal, a lo más importante del curso, la verdad, me resulta injusto. Más que injusto, mal planificado.
Que la renta, por poner un ejemplo, empiece en Abril, con el buen tiempo, las terrazas dando el do de pecho, y la playa llamando a gritos a los asesores, me resulta de una crueldad inaudita e innecesaria. Antes, de acuerdo, pero ahora que el Estado se sabe hasta el cambio de mi talla de sujetador, no entiendo que haya que esperar hasta el buen tiempo para saber lo que nos depara el destino fiscal.
Y podría seguir poniendo ejemplos. Pero resultarían demasiados. Y en primavera, descienden también las ganas de leer. 
La primavera y el verano en este lado del mundo están para disfrutarlos, para llenarse de energía y de alegría, para sucumbir a los placeres que nos ofrece la exuberante naturaleza y las disparatadas hormonas, para cambiar el gris por toda la paleta de colores. Este clima no es para penar por las obligaciones y deberes...el calendario está mal hecho, que alguien lo arregle.

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