Yo he vivido siempre en Andalucía -salvando unos meses que pasé en San Sebastián y año y medio en Ceuta, que no es andaluza pero se parece-. La extensión de terreno de Andalucía sería semejante, más o menos, a Galicia, Asturias, Cantabria, País Vasco, Navarra, La Rioja, Murcia y Madrid. Lo digo porque hay muchas susceptibilidades al respecto y se nos acusa, a mí me han acusado, de ser pueblerinos.
Yo siempre he vivido en Andalucía, de punta a punta, he vivido en Sevilla, en Cádiz y en Granada y además he tenido la suerte de poder viajar mucho por la región, así que se perfectamente que un onubense se parece a un jienense en poco o nada y que la manera de hablar de un almeriense y un gaditano pueden llegar a ser tan distintas como entre un vallisoletano y un murciano, por poner un ejemplo.
Pese a nuestras diferencias, que las hay, tenemos muchas cosas que nos unen y que nos asemejan, no diré que hay un sentir nacionalista porque además de ser incierto me parecería una pamplina, pero si hay un orgullo de ser andaluz, no es algo que saquemos de paseo muy a menudo, todo hay que decirlo, pero si nos tocan la fibra sensible defendemos nuestra tierra. Supongo que lo mismo le pasa a un aragonés.
De entre las cosas que nos unen están los lunares, no me refiero a esos puntitos de color en la piel -yo tengo miles-, me refiero a los de los trajes de flamenca o gitana (nunca de faralaes, por favor). Es más, nos unen los lunares hasta cuando el vestido no los lleva. Quizás sería más correcto decir que son los volantes los que nos aúnan.
Ahora está siendo la feria internacional de la moda flamenca y además de algunos modelos de pasarela imposibles de trasladar a la calle, las andaluzas vamos mirando el vestido que nos gusta, el que querríamos tener y el que quizás compremos o nos hagamos. ¿Todas las andaluzas? Por supuesto que no, entre nueve millones de andaluces, la mitad mujeres, puede ser que haya muchas a las que no les guste o las que no lo quieran llevar. También es cierto que muchas mujeres que no son andaluzas lo llevan. Unas por otras...
El traje de flamenca es el único traje regional español que tiene modas, cambia sin perder su esencia, unos años baja el talle y otros sube la manga, se llevan los colores intensos o los mate color bebé, se ribetea en puntilla, en encaje o en pasamanería, se amplía el escote o se recorta la falda...El mismo traje, igual sentir y sin embargo tan diferente.
Yo no sé lo que les ocurre a las demás regiones cuando se preparan y se visten con su traje regional, pero sé como aquí buscamos los complementos, preparamos las flores, almidonamos volantes, planchamos horas para después ser un poco niñas vestidas de princesas. Las niñas lo esperan porque además se les maquilla un poquito y dan vueltas y vueltas hasta hacer volar la falda. Incluso muchas llevan tacones por única vez en el año y taconean y taconean en las casetas. Hacen sonar las pulseras y presumen de collar. El momento en el que le pones la flor a tu hija y encoje los hombros ¡ay! porque casi la horquilla se ha convertido en estoque de matar..."que luego se te cae y la pierdes"...
Es un traje favorecedor que hay que llevar con orgullo y la espalda muy recta, con el cuello muy estirado y con una flor en el pelo (arriba, de lado, abajo...también tiene modas), un traje que debe pegarse como segunda piel y a la vez permita levantar los brazos para bailar, que te permita sentarte y si es necesario necesites que alguien te ayude a quitártelo para ir al baño...El rito de atar el cordoncillo...merecería más tiempo.
Y cuando llega la madrugada o esté amaneciendo, el complemento perfecto de ese traje de flamenca es la chaqueta de un hombre que se quita galante no para tapar el escote sino para aliviar ese frío que se siente de vuelta a casa con la "rociá" y el albero aún en la piel, sabiendo que en breve te quitas el traje que mejor te sienta...
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