Había momentos en los que se quedaba abstraído, reflexivo y profundo, mi abuelo era elocuente en silencio. Era entonces cuando le preguntábamos que en qué estaba pensando y siempre respondía igual "profundamente en nada". Luego, me explicaba que era imposible dejar la mente en blanco porque hasta pensando en blanco se estaba pensando en algo. Era forzar un pensamiento.
Pues debe ser verdad eso que me decía mi abuelo. Yo, desde luego, siempre lo creí, -lo que decía mi abuelo me parecía siempre tan sabio...- pero con el paso del tiempo me voy reafirmando en la teoría.
Si yo dejo la mente libre, sin predisponer a nada, me lleva a muchos sitios distintos. Depende del momento, del humor, de la climatología y hasta de lo que he comido, acabo pensando, por ejemplo, en si tengo que planchar o si el atardecer me traerá algún regalo. Pero cuando el momento es de conjunción interplanetaria, y consigo no tener otra preocupación, tarea pendiente o lágrimas por llorar, entonces vienen a mi mente dos frases. No es que las "vea" escritas, es que llegan como pensamiento recurrente:
La primera es, "Y al final, la nada". Si sigo el pensamiento, lo que visualizo es una especie de ático, de madera, como los que salen en las películas estadounidenses o los "soberaos" de las casas de pueblo. Y allí al fondo, centrado en una pared vacía, un baúl abierto, me asomo y no hay nada, es grande, viejo, está forrado en beige con florecitas minúsculas rojas pero no hay nada más. No sé que explicación puede tener, si es que la tiene, porque no es un sueño, así que no tengo claro si es digno o no de análisis. Si alguien lo sabe, que me lo diga, por favor. Tampoco sé porque "Y al final, la nada"...igual es mi subconsciente dictándome mi epitafio...
La otra frase me lleva a la reflexión constante y suelo llegar a conclusiones semejantes cada vez que buceo en ella, tome el camino que tome para la contestarme, siempre acabo en el mismo punto. La pregunta es: "¿Se puede echar de menos lo que no se conoce?" Por un lado, me digo que de lo desconocido no se puede tener conciencia de su existencia, así que es imposible sentir añoranza, pero también pienso que de una manera u otra todos tenemos implícitos muchas cosas sin conocerlas y eso hace que tengamos la posibilidad de echarlas de menos. Tampoco sé si dentro de mi reflexión cabe echar de menos las risas con alguien que conoces sólo por las virtualidades o el abrazo de un pariente lejano pero desconocido. En el colmo de mi desconsideración conmigo misma, ni siquiera puedo saber cómo de definidas me hago las preguntas.
Lo más seguro es que sea mucho mejor tener otras cosas en las que pensar, pero no me cabe duda de que si dejo la mente libre acabe al final, en la nada y echando de menos todo lo que no conozco....
Estimada Rocío
ResponderEliminarHay que creer para ver Querida, y es ahí donde se puede encontrar con mente abierta la respuesta.
La nada se vuele en un todo, a la vez que lo desconocido se torna muy cercano.
Un beso (con destinatario)
F.
¿Cafe?
Esa nada final es la que hizo a los "homo sapiens" --los primeros mamíferos que por su mayor potencialidad cerebral supieron que su vida era breve-- inventarse un más allá y unos dioses. (*)
ResponderEliminarLa aceptación de ese nihilismo final, tan difícil, es el mejor cuidado paliativo que se conoce para la neurosis generalizada a la que aquel conocimiento nos llevó.
*.- "Historia Universal para escépticos". Juan Eslava Galán.
N. J.
Hoy la niña está muy profunda, pero maravillosa como siempre
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