martes, 3 de septiembre de 2013

VAQUEROS ESTRECHOS

Yo siempre quise tener unos vaqueros estrechos. Pero no unos pantalones de los que ahora se llaman "Slim fit", porque lo de pitillo no se admite con la nueva ley antitabaco. Me refiero a unos pantalones que fueran como fueran tuvieran una talla pequeña, estrechos de cadera.
Fui, soy y seré de cadera ancha, esto es como tener los ojos azules pero mucho menos atractivo y muchísimo menos agradable a la vista. Si no piensen en Paul Newman, anchito él y con los ojos marrones...¿a que pierde? Pues eso.
Lo de las caderas anchas estaba bien cuando era moneda de cambio para la dote o el trueque de cabras y camellos, porque presuntamente era signo de buena paridora. Entonces supongo que sería como un valor al alza o unos Manolo Blahnik, pero en la vida y en la época que me tocó vivir, las caderas anchas sólo tenían (y tienen) dos significados: gorda y culona.
Da igual que se critique a las modelos por ser escuálidas, no importa si algún ocurrente diga aquello de "así hay donde agarrar", aprovecho para decir que no tiene ninguna gracia. La verdad es que unas caderas anchas son inevitables.
De adolescente, y hasta un poco más crecidita, toda mi ilusión era limarme las caderas. La silicona mamaria hacía furor entre los sueños de las púberes pero yo sólo soñaba con quitarme los huesos de la cadera como otras se quitaron muelas o costillas.
Esos vaqueros estrechos eran para mi una meta, una utopía, y si malo era cuando la doctrina de la moda los proponía de tiro o talle alto -para que entraran las caderas, la cintura bailaba así que: te lo arreglaban o te apretabas en un cinturón cual lechuga (de las de antes, cuando sólo había de un tipo y venían con una cinta negra o goma pringosa amarrada)- peor fue cuando la dictadura del jeans optó por los vaqueros a la cadera, que si bien resolvían el problema anterior, el ancho  era superior y, por tanto, el tamaño de mi vaquero siempre era de mayor anchura.
Hubo un momento en mi vida en el que adelgacé mucho, rápido e insensatamente, y tuve unos vaqueros estrechos. Sólo fue en ese momento. Lo triste, o la moraleja, es que en aquel momento no era consciente de que lo eran, los veía tan anchos como siempre y me sentía más gorda que nunca.
Ahora ya no entro en esos vaqueros estrechos, que guardo con cariño, y no creo que lo vuelva a conseguir - ni a intentar-. Seguiré queriendo ser una niña (una mujer ya...) de vaqueros estrechos y lo soy porque aunque voy aprendiendo a gustarme, cuando me sueño, me sueño enfundada en unos flamantes vaqueros estrechos.

4 comentarios:

  1. Yo he sido caderona hasta pesando 60 kilos, sé lo que dices, pero cuando vas cumpliendo años, aprendes a quererte como eres, ya lo verás y yo espero que también contigo, besos Macu.

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  2. si yo supiera escribir esta entrada podía ser mía, me siento identificadisima, pero en mi casa es real, en el tuyo no, bonita, y mira que te he visto de todas maneras.
    Te riño por no valorar el tipazo que tienes

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  3. Mi querida Rocío. Eres una mujer de bandera . Qué más darán unas caderas (no es tanto como describes) ante una mente tan privilegiada como la tuya ...
    Quiérete más cielo .

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  4. Ay querida Rocío, a mí me ha salvado ser flaca toda la vida porque ese ha sido siempre mi problema también. Todos los pantalones que traspasan mis caderas se quedan anchos en mi cintura y tengo que cogerle dos pinzas detrás y dos delante, ya no tanto porque con la edad he cogido unos kilos, pero de joven cuando aún no se llevaban los de cadera y yo era el palo de una escoba, me tenía que desmontar la modista los pantalones por arriba para ajustármelos igual que las faldas
    Ves como no existe el cuerpo perfecto??

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