Llega un día en el que todo a tu alrededor se relativiza. Te vuelves un poco paranoica de tu realidad y te planteas una y otra vez qué estas haciendo en la vida, si está bien o mal. Qué quisiste, qué fuiste, qué eres, dónde quieres acabar. Cuál es tu sueño.
Durante mucho tiempo pensé que estas preguntas se hacían sólo en las películas, que era un rollo psicológico de gurús de medio pelo, alguien que te forzaba a bucear dentro de ti mismo. Queriendo o sin querer. Y lo que es peor, sin saber lo que buscas.
No me imaginaba planteándome preguntas existenciales mirando al atardecer, con una taza de café humeante en las manos, mientras resbalaba un enorme jersey por mi hombro y las calzas se me caían hacia los tobillos. Tampoco me veía frente a un vaso de bourbon con la vista fija en su dorado color, mientras el humo del tabaco me servía de puerta existencial como si fuera un rito de algún chamán. Ni me imaginaba ni lo veía viable, aunque estéticamente fuera digno de una película de Jennifer Aniston. Que si algo tenemos en la retina del recuerdo son las películas, las canciones y los besos.
La realidad es que, al menos en mi caso, no hay un atrezzo así. Vas hilando momentos, conversaciones con amigos o con completos desconocidos, que para eso están las redes sociales. Lees. Observas. Apilas vivencias y de repente, sales de tu vida y te ves desde fuera. Te ves llevando en la espalda los perjuicios ajenos, porque no eres tú, eres otra persona juzgando tu vida. Y entonces te analizas. En mi caso con un punto de crueldad, lo reconozco.
Asumiendo que la infancia y la adolescencia sólo son bandazos desde el desconocimiento, que muchos de los sueños de entonces eran imposibles y que la vida empieza mucho más tarde, lo cierto es que no soy al cien por cien la que soñaba ser. Ni de niña, ni de adolescente, ni siquiera cuando ya las cosas se estaban ordenando y las decisiones importantes de futuro estaban tomadas.
Tampoco es menos cierto que muchas cosas de las que estaban en mi lista de logros imprescindibles no los he conseguido, pero no me doy por vencida. El futuro está ahí, y salvo que me dé por dejar de respirar, todavía puedo empezar a tachar muchas de ellas. También puede ser que no consiga ninguna, y no hace falta traumatizarse por ello.
Quizás me faltan muchas cosas, muchísimas, seguro que no puedo hacer otras tantas porque me lo impiden las circunstancias, puede que haya gente que no lo comprenda e incluso que me tenga cierta lástima o me analice con superioridad (con la misma que lo hice yo, cuando me salí de mí misma) pero después de diseccionar mis sueños, de analizar mi vida -con mis equivocaciones y mis aciertos-, de constatar sin sentimentalidad qué tengo en el debe y en el haber, pude llegar a una conclusión.
Me doy cuenta de que no he seguido la ruta, me desvié del camino y cogí una polvorienta carretera secundaria, se me ha roto el coche varias veces y he salido adelante sola o con ayuda. En ocasiones necesité parar a respirar o a repostar, y a veces he sido yo la que ha recogido a gente por el camino -unos se quedaron para siempre y otros se marcharon-. Todavía no veo el final del trayecto pero soy consciente de que puede estar en cualquier esquina, sigo teniendo metas y sueños a corto plazo. Vendrán días de lluvia, averías y problemas, también llegará el sol y disfrutaré de lo que venga. No estaba en los planes, pero me gusta este viaje, lo que me aporta,lo que puedo ofrecer y los paisajes que voy viendo.
Después de tanta reflexión, no me parezco tampoco a Julia Roberts, ni he salido de ningún film, pero valoro más lo que tengo y a los que están a mi lado, y además, me ha dado hambre.
Rocio
ResponderEliminarReal tu post de hoy
Un beso
F.