miércoles, 30 de abril de 2014

PASIÓN

El fútbol es pasión, y como tal debe ser entendido. Es cierto que también es un negocio, no puedo quitarle la razón a quien me diga que es cuestión de dinero. Pero todo eso no está fundamentado en unos señores en pantalón corto, sean o no atletas, no se basa en sociedades anónimas deportivas o en acciones de bolsa. El fútbol se basa en un escudo, en una bandera, "Va el Madrid con su bandera" dice el himno del Madrid, como bien recuerda hoy Orfeo Suárez. Una bandera sin patria, porque el fútbol es global. Detrás del escudo de un club hay personas apasionadas y de esa pasión a unos colores nace un negocio. Bueno, no es el primer negocio que se basa en una pasión...
Las pasiones se pueden vivir de muchas maneras. Hay quien prefiere la soledad del paladeador de emociones sin interrupciones ajenas. Es muy normal disfrutar de la pasión en familia, con los amigos de toda la vida. Pasión en casa o en los bares. Pero la vida avanza, el mundo gira, los tiempos se hacen runners y se crea una nueva manera de sentir una pasión, cualquier exaltación, todo tipo de sentimiento apasionado se vive ahora on line.
Reconozco que vía Twitter, permítanme usar el tuiteo, es un placer vivir el fútbol. Al menos mi equipo, el que me entusiasma, el Real Madrid, que tiene tuiteros excelentes, apasionados más allá de cualquier límite presuntamente cuerdo son una compañía bárbara en estas lides. Es vivir una locura colectiva a 140 caracteres por segundo, gritar por escrito un gol, abrazarte sin rozarte, cantar sin voz, aplaudir sin manos. Lo vives con personas que conoces (o no), en la vida virtual o en la criminal, pero esa pasión compartida es inolvidable.
Ayer el Real Madrid pasaba, para gloria del madridismo, a la final de la Copa de Europa. Poco menos de un mes para saber si por fin la ansiada Décima (con mayúsculas porque tiene muchos nombres propios detrás) llega a engordar el currículum del club. Yo no dudo que así será. Llegar es un logro, ganarla, la gloria. Estoy ilusionada, con la ilusión que hablaba ayer. Con la misma que llegué al empezar el partido, sin plantearme en ningún momento que fuéramos a perder. Porque es una pasión y uno no se enfrenta a una relación pensando en el gatillazo.
Al terminar el partido anterior, el de ida, hace una semana, tuve una conversación con dos mocitas madridistas que acabó reflejada -mi primer cameo- en un blog que recomiendo vivamente. Fueron risas basadas en una tensión competitiva que fomentamos y buscamos para vivir con energía el pre partido. Aquí podéis ver hasta que punto la pasión afecta, une, divierte. En esto se basa una pasión, en personas que viven las cosas con intensidad, sin miedo, a puerta gayola. Es madridismo sin red.
Y hoy por la mañana queda la sonrisa. Un neófito, pero brillante, bloguero ayer definía con arte y precisión la resaca, lo que vivimos ahora tras la pasión de ayer, es una resaca sin efectos secundarios. Desde primera hora de la mañana nos buscamos todos, los mismos que celebrábamos hace pocas horas el pase a la final, lo hacemos eufóricos y sin acidez de estómago (bueno, esto todos lo no han conseguido) nos vamos leyendo, comentando, creyéndonos el sueño húmedo...de cerveza y sudor que compartimos anoche. Es una resaca mucho más parecida a la mañana siguiente, la que va después de una noche de amor y sexo con ese chico o chica que tanto admirabas en la distancia. Es de café caliente, risa franca y besos.
Permítanme para terminar, dedicar esta primera (y supongo que última) crónica deportiva, a esos madridistas que anoche fueron compañía de mi pasión en familia. Y a todos los que sin serlo pasaron a darme la enhorabuena. ¡Hala Madrid!


 

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