viernes, 14 de marzo de 2014

LLEGAR AL INSTITUTO

Mi hija mayor va a lo que la Junta de Andalucía denomina, Instituto Bilingüe. Para empezar, eso es falso. No hay bilingüismo, hay asignaturas que el 25% se imparten en inglés. Tienen una hora de conversación con una profesora nativa y poco más. Con esa aportación poco inglés pueden aprender, pero aún menos considerarlo bilingüismo. Además se da el caso de que, con el plan Bolonia, para la titulación universitaria, se necesita un determinado nivel de inglés que no corresponde con lo que la administración pública ofrece. En otras palabras, mi hija va a una academia de inglés. Lo habla y escribe correctamente, y según dicen los que saben de verdad, con un nivel muy alto y una pronunciación excelente, pero eso no es gracias a la Junta.
En 1º de ESO hay tres primeros (A,B y C, como toda la vida, debe ser lo único que no ha cambiado). Dos son bilingües y el tercero no lo es, porque no se puede obligar a una criatura que ya de por sí le cueste estudiar, que además lo haga en inglés. Por poco que sea. El criterio para ir al NO bilingüe lo deciden los padres y en segunda instancia los profesores con el expediente del alumno, se comprueba si llegarán o no al nivel.
Al hacer esa diferenciación hay una selección natural. Presuntamente es horrible y deleznable, pero lo cierto es que no todos saltamos igual y si no se puede saltar más que un escalón son ganas de abocar al fracaso a una criatura, obligándole a ejecutar el salto de cinco. Tienen asignaturas iguales y otras optativas diferentes, entre las que se incluyen las de refuerzo de las comunes.
Los padres y madres -qué correcta soy- que son muy pesados, o somos, protestaron porque de las dos clases bilingües una tenía más nivel que la otra, daba más temario y sabían más...por protestar que no quede. Algunos docentes tienen ganado el cielo, pero no por aguantar a adolescentes con hormonas disparatadas, que también, sino por el suplicio de lidiar con ciertos padres.
Cualquiera que conozca a alguien en la docencia, sabe que por no sé qué regla no escrita, hay cursos buenos de niños trabajadores y cursos donde los hados se conjuntan para que haya más "cafres" de la cuenta. Aunque sólo haya un grupo por curso. Pasa y ya está.
La queja era inútil, y la dirección casi se ve obligada a demostrar, expedientes en mano, que la división no había sido tal. División, que me perdonen por malvada, no me parecería cruel. Si algunos pueden con más materia no deben verse relentizados por compañeros que no son capaces de asumir más, ni esforzándose al máximo. De igual manera, no se debe frustar a criaturas que no pueden llegar a ciertos niveles...cosa que se acepta bien para elegir entre bilingüismo o no bilingüismo, pero no en este caso. Tampoco los profesores pueden estar impartiendo distintos niveles dentro de una misma clase de veinticinco criaturas.
Los padres, vemos a nuestros niños estupendos, y así debe ser, pero no podemos negar la evidencia. Si una niña es miope, lo es, si le cuestan los idiomas, le cuestan, y si es una vaga para estudiar, pues o ponen de su parte en casa, o la niña no hará ni la o con su rabito. No todo es cuestión de los profesores. Los padres y los alumnos tienen que poner de su parte. Aunque algunos no lo crean, los conceptos no entran en las cabezas por imposición de manos durante el horario lectivo.
Esta mañana, mi hija saludó a una niña, iba maquillada como para una boda. No era cuestión de un brillito de labios. Me pregunté a que hora se habría levantado, pero después supuse que tendía ya cierto entrenamiento y que no le llevaría mucho tiempo. Mi sorpresa fue cuando me dijo que era de su curso. La niña tiene doce años. Doce. Me sorprendió. No soy una mujer anticuada y no me escandalizo fácilmente, pero hablamos de una niña de doce años que aparentaba diecinueve. Perpleja le dije que mi hija que si en su clase iban también así, y su respuesta fue demoledora: "En mi clase no, pero en la que no es bilingüe, sí, todas".
No sé si tengo que sacar alguna conclusión, tampoco tengo claro si sólo ha sucedido en la promoción de mi hija, y por supuesto es una barbaridad generalizar, pero me pregunto que tipo de sociedad es la que tiene a niñas de doce años que van al cole (antes era edad de cole) maquilladas como mujeres de veinte cuando van a una cena, con ropa poco funcional (por decirlo de alguna manera) para ir a estudiar, y que además ni siquiera es a escondidas, -que hacer las cosas así también tenía su gracia- sino con el beneplácito de sus tutores. Y por tutores me refiero a los padres o quienes ejercen de tales.
La forma de vestir, el look de alguien, nunca ha sido para mí motivo para tratar a una persona de una manera u otra. Es difícil que me sorprenda, pero hoy lo han conseguido. No sé si es grave o no, pero cuanto menos, sí que es llamativo.

(A mi madre, la mejor docente, a mis profesoras que me enseñaron que exigir pasito a pasito no es condenable, y a todos los que sufren el sistema educativo actual sean padres, alumnos o profesores)

2 comentarios:

  1. Luego hay quienes se maravillan de que en el mundo docente los trastornos psiquiátricos dupliquen o equispliquen a los de otras profesiones.

    Porque esas criaturitas, pintadas como una puerta, adornadas como árboles de navidad y con unas motivaciones que no pasan de La Voz Kids, tienen mamás y papás que consideran que han traído al mundo una nueva Mozart o un nuevo Einstein. Que cualquier logro obtenidos por sus retoños se deben a la exquisita genética que han recibido y el menor fallo --que son millares-- se producen porque el profe/la profe no vale para/ni da golpe en su trabajo y para colmo la tiene cogida con su monstruíto.

    N. J.

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  2. Ahh! Se me olvidaba felicitar de corazón a R. Júnior. Y a sus progenitores.

    N. J.

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