miércoles, 5 de febrero de 2014

LLUVIA NUEVA

En esta noche que he dormido poco, muy poco, además arreciaba el viento y la lluvia era agua con genio. Aunque se intente evitar, cuando no se puede dormir y la oscuridad te atrapa en la cama se empieza a pensar y es un discurrir distinto a la reflexión diurna. Es una manera intensa y más realista, no tiene por qué ser un pensamiento pesimista aunque a veces es fácil caer en la negatividad.
La persiana tableteaba y en sus incesantes movimientos llegaba a golpear el cristal haciéndole la competencia a las enormes gotas de agua que se lanzaban kamikazes. Parecía que tenía quince años y alguien me tiraba piedrecitas a la ventana para que me asomara, suponiendo por supuesto que yo fuera estadounidense y viviera en una película. Me acordé de la cantidad de películas que he llegado a ver con esa escena y lo que es peor, la de películas que ya ha visto mi hija así. ¿En que momento creció tanto y no me di cuenta? ¿Dónde está mi bebé? Ya se, ya se, es naturaleza, lo normal, pero cada paso que da ella hacia delante es uno que se aleja y es mi niña.
Y entonces recordé que de niña yo no veía tantas películas y que en los días como hoy, de temporal en el Estrecho (no se llamaban entonces ciclogénesis ni explotadas ni por explotar) dejaban de salir los barcos y eché de menos el mar, no suele pasarme, pero me alegro mucho cuando lo tengo cerca. Aunque no lo vea, me gusta saber que está a diez minutos de mis pies. Ahora son muchísimos más pasos. He vivido temporales dentro del barco de Ceuta en el mar, de esos que la maquinaria queda al aire y suena en vacío, en los que los platos de la cafetería caen al suelo y el color de las personas pasa al verde. Incluso una vez, en el último barco antes de "cerrar el puerto" -que es una expresión maravillosa- nos esperaba la Cruz Roja. Embarazada un temporal de ese calado es una experiencia indescriptible sin caer en lo escatológico.
Yo, que fui una niña feliz, cuando soplaba el viento y arreciaba la lluvia me sentía muy desgraciada, me afectaba la climatología tanto como ahora. Y mi casa que era un sueño de techos altísimos (con cuatro salones, cuarto de juegos, cocina inmensa, office, despensa, cuarto de la plancha y además los baños y dormitorios) se prestaba aún más porque crujían las maderas de los enormes balcones y las losetas del suelo parecía que tenían fantasmas ululantes apoyadas en ellas y por el enorme patio interior el aire gritaba nombres entre silbidos atronadores y yo entonces inventaba historias muy tristes y muy lacrimógenas que no escribía en ninguna parte pero me metía tanto en el papel que a veces acababa llorando.
Son otras gotas, es lluvia nueva, viento sin mar, pero sigo siendo a veces la misma niña que se sentaba a imaginar en el temporal aunque ahora sea muchas más veces a recordar.

1 comentario:

  1. Yo he hecho esa travesía del estrecho muchas veces, la primera dentro del vientre de mi madre y fuera muchas mas y siempre me mareaba y lo pasaba fatal!!
    Mi madre contaba que una vez sonaron las sirenas de alarma del barco porque parecía que volcaba, ese dí tuvieron que volver al puerto de salida, fue imposible cruzar el charco.
    Por cierto, me encanta tu casa de la infancia...yo también recuerdo la mía de Marruecos, aunque no era tan grande...

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