jueves, 3 de mayo de 2012

EL HOMBRE DE MARRÓN

Está conmigo desde que me casé, un día lo ví a mi lado en mi casa, nuestra casa, de Ceuta, en treinta y ocho metros cuadrados si hay alguien más, aunque sea sobrenatural, te das cuenta.
Lo notaba a mi lado cuando estaba en la cocina sobre todo, quizás era cuando yo estaba más concentrada o más relajada, dependiendo del día.
Viví con él mi embarazo, y recuerdo haberle preguntado más de una vez que qué quería.
Es un hombre mayor, de pelo cano, algo largo pese a que el tipo de corte de pelo debería de ser corto en su origen. Lleva un traje de chaqueta marrón, de tela un poco basta y arrugada, su camisa es de un marrón claro, casi de color indefinido, con corbata marrón y encima un jersey, también marrón. La sensación que me dá es la de hombre de pueblo, dicho con todo el respeto y el cariño.
No me dice nada, sonríe a veces.
Acabo de darme cuenta que no me he fijado en sus zapatos....si lleva.
Cuando nos mudamos a Algeciras vino conmigo, primero los pocos meses que estuve en casa de mi madre, y luego a nuestra casa, recuerdo coger patatas y encontrarmelo de pie a mi lado, al lado del verdulero, sacar las cosas de la lavadora e irme a tender la ropa con él.
Cuando nos fuimos a Granada pensé que ya no vendría, era mucha distancia, otra vida, era muy diferente, quizás sólo estaba por la zona, pero no, estaba también conmigo, tanto que si estaba mucho tiempo sin aparecer me preguntaba donde estaría, si sería verdad esto que dicen que se quedan porque tienen algo que terminar, y si lo habría terminado, si eso tendría que ver conmigo, con algo que debía hacer...
Pero apareció, esta vez yo estaba barriendo la terraza y al entrar lo vi, al principio pensé que era el cambio de luz, luz de Granada...inigualable, pero luego lo vi sentado, apoyado más bien, en la mesa del comedor.
Seguimos compartiendo casa.
Cuando mi madre se vino con nosotros, esos duros meses de pelea y esperanza, se fue, ya no estaba, al principio evidentemente no caí, no estaba yo para eso, pero un día al coger un jersey marrón me dí cuenta. ¿Se había perdido?
Pero no, volvió, y lo ví por última vez mientras recogía la casa y metía nuestros tesoros otra vez en cajas y por un momento estuve a punto de decirle que nos ibamos, que aún no sabía a que parte de Sevilla, pero me sentí ridícula, además él siempre me encuentra.
Hace ocho meses que estamos aqui, no ha venido, y vuelven a surgirme las dudas de si es que ya ha terminado su recorrido, si nos hemos perdido, o si aparecerá nuevamente.
Él es un hombre de marrón, desconocido y sin embargo con el que tanto he compartido.


(Marzo 2010)

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