viernes, 11 de octubre de 2013

MUSA DESEMPLEADA...

Ponme mis mejores galas, vísteme de melancolía...por favor.
Lléname de glamour, de ese de los años cuarenta en el que tantas veces me pusiste. Págame una copa en el club, o deja que invite la casa. No quisiera un vestido rojo que engorda, no me favorece, pero no olvides ese diamante sutil y elegante que siempre quise llevar descolgado en mi cuello.
Conviérteme en la desencantada malévola que siempre quise ser, la castigadora con la mirada que atiza el corazón y con la media sonrisa araña el alma; la mujer que hace que los hombres saluden llevando su mano al sombrero y se quieran aflojar el nudo de la corbata.
No quieras que sea una agradable, inocente y lozana chica del pueblo, no quiero ser alguien que aspira a ser actriz a costa de su dignidad. No me hagas llorar en los brazos de un matón de última fila. Que las coristas no se parezcan a mi.
Quiero ser esa mujer que las demás miran con envidia y los hombres con la atracción que provoca el peligro, el pánico a caer. La mujer que complica la vida y no responde a preguntas.
No me busques un pasado, ni me colorees el futuro. Establéceme en un presente tórrido y ahumado, donde el barman sea imprescindiblemente secundario y la música sea la conversación más irrelevante. Un lugar sin decisiones trascendentales pero que a la vez, cada uno de mis pasos y mis pulsos, decida la respiración de algún que otro "desgraciado".
Dibújame esas frases cortas que golpean en la conversación, las sentencias lentas y pausadas que se susurran con contundencia sin más ademán que los justos para consagrar mi elegancia.
Y al salir, con la luz del amanecer clareando las farolas, abrígame con esas estolas blancas de piel nívea, no importa donde lleven mis pasos, si a la muerte o a desayunar. Pero siempre firme, contundente y etérea.
Y después prometo no pedir nada...

                                                    (A José Luis Alvite, por cada dedicatoria...)





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