Ponme mis mejores galas, vísteme de melancolía...por favor.
Lléname de glamour, de ese de los años cuarenta en el que tantas veces me pusiste. Págame una copa en el club, o deja que invite la casa. No quisiera un vestido rojo que engorda, no me favorece, pero no olvides ese diamante sutil y elegante que siempre quise llevar descolgado en mi cuello.
Conviérteme en la desencantada malévola que siempre quise ser, la castigadora con la mirada que atiza el corazón y con la media sonrisa araña el alma; la mujer que hace que los hombres saluden llevando su mano al sombrero y se quieran aflojar el nudo de la corbata.
No quieras que sea una agradable, inocente y lozana chica del pueblo, no quiero ser alguien que aspira a ser actriz a costa de su dignidad. No me hagas llorar en los brazos de un matón de última fila. Que las coristas no se parezcan a mi.
Quiero ser esa mujer que las demás miran con envidia y los hombres con la atracción que provoca el peligro, el pánico a caer. La mujer que complica la vida y no responde a preguntas.
No me busques un pasado, ni me colorees el futuro. Establéceme en un presente tórrido y ahumado, donde el barman sea imprescindiblemente secundario y la música sea la conversación más irrelevante. Un lugar sin decisiones trascendentales pero que a la vez, cada uno de mis pasos y mis pulsos, decida la respiración de algún que otro "desgraciado".
Dibújame esas frases cortas que golpean en la conversación, las sentencias lentas y pausadas que se susurran con contundencia sin más ademán que los justos para consagrar mi elegancia.
Y al salir, con la luz del amanecer clareando las farolas, abrígame con esas estolas blancas de piel nívea, no importa donde lleven mis pasos, si a la muerte o a desayunar. Pero siempre firme, contundente y etérea.
Y después prometo no pedir nada...
(A José Luis Alvite, por cada dedicatoria...)
Que bonito Ro, gran homenaje.
ResponderEliminarprecioso
ResponderEliminarEste se me escapó. Muy bonito, te aplaudo...
ResponderEliminarFántastico ,como siempre.
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