Hubo un tiempo en el que la mayor preocupación era saber si la cena sería o no de su gusto, si llegaría tarde al colegio o si serían unas vacaciones con mucha playa y mucho sol. Siempre salía agua del grifo, había ropa limpia en el armario, comida en la mesa y no sabía que eran las facturas por pagar.
Crecer, avanzar, seguir caminando por la vida no fue un sendero tortuoso, aunque en ciertos momentos sintiera que la oscuridad era total que no había ni un rayo de sol que le iluminara, y cuando buscaba, no tenía a la mano la artificialidad de una linterna para esclarecer el camino. Puede que en ocasiones se sintiera tan sola que era incapaz de ver hasta las manos tendidas que le ayudaban a levantarse. En ocasiones se obcecaba. Pero siendo justa con la vida, al echar la mirada atrás tenía que reconocer que no debía quejarse, en ciertos aspectos era una privilegiada.
Ahora, mientras el balanceo de su mecedora le acompañaba ocupaba todo su tiempo en mirar hacia atrás seguramente por la poca esperanza que tenía de que hubiera muchos más recuerdos que atesorar. El tiempo se acababa. Quizás fuera su falta de memoria o su necesidad de maquillar el pasado para quedarse solo con lo bueno, pero la realidad era que sentía que había gastado bien su vida, ese don que te dan, esa posibilidad que recibes gratuitamente y esa libertad con la que vas decidiendo que hacer con ella. A veces se había equivocado, pero simplemente fue un desvío en la ruta, una parada improvisada, incluso a veces, pasado el tiempo, podía comprobar que fue para mejor.
Es muy doloroso ver según que realidades, a veces es mejor no mirar, no recordar, es cobarde pero hay cosas que sabes que están, que estuvieron, pero que cuando se verbalizan se hacen mas grandes, mas hondas, más barro. Así que las apartaba, no comentaba sobre ellas, y ya no tenía buena vista para pasar horas dejándolas por escrito como cuando era joven. El poder de la palabra. Muy pronto, muy niña se apasionó por leer y por dejar por escrito lo que sentía o imginaba...hacía ya tanto tiempo de eso...una sonrisa cruzó sus arrugas. Fue siempre atípica, y ahora, no había dejado de serlo, no contaba tragedias, no se quejaba, nada de lamentos.
¡Precioso Rocio!
ResponderEliminarEnhorabuena.
Gracias !!!
EliminarOjala cuando me llegue ese tiempo yo también pueda mirar atrás y recodar...aunque sean las cosas malas.Gracias ro
ResponderEliminarMejor las buenas, gracias a ti.
Eliminar¿Cómo mirar atrás sin que duela? NJ :)
ResponderEliminarPrecioso Rocio, no siempre se puede mirar atrás ni siquiera hacía delante.Gracias.
ResponderEliminarMe ha gustado mucho,por su profundidad en los sentimientos de alguien tan mayor visto desde tu edad.
EliminarTengo una mecedora igual que esa, espero vivir una vejez saludable para poder mecerme en ella hasta el último de mis días con una sonrisa y sin mirar atrás.