Llevarse el dedo rápido a la boca, un acto reflejo. No había controlado bien con el cuchillo y la lima, no estaría nada bien servir copas con el añadido del ADN propio.
Corrió al grifo y me echó agua fría a raudales, y con el dedo goteando agua me afanó en encontrar una venda en el botiquin que trajo la mutua, un médico, o quien fuera, quizás llevaba alli toda la vida, sin revisar, como el extintor que había temerariamente al fondo del local.
Vuelvo a la barra lamentándome de mi torpeza y pensando en el escalofrío que iba a sentir cada vez que el jugo del limón o la lima consiguieran hacerse paso hasta la rajita dichosa que pese a ser mínima parecía digna de veinte puntos de sutura en función del aparatoso vendaje.
Consigo terminar sin mucha gloria los dos Margaritas que me habían pedido los de la mesa del fondo, siempre son dos los de la mesa del fondo, siempre buscan la falta de luz...de dos en dos, se entrelazan las manos, se buscan las miradas, se beben los alientos....
En este caso, era de una falta de originalidad tremenda la pareja, un chico guapo, humilde, de clase media, trabajador, oliendo a colonia y ella una chica normal, arreglada con esmero, perfecta manicura, y usando todas las armas de mujer que ponen las revistas de la peluquería donde trabaja.
No hay mucha clientela y puedo observarlos desde lejos, él se levanta y pone algo de música y se echa la mano al bolsillo, ella se pone derecha, tensa, la espalda recta y el cuello rígido...
Sonrío
Le entrega la cajita a ella, que con manos temblorosas descubre lo que seguramente es un anillo, no logro verlo desde donde estoy, y ella empieza a llorar, temblando, y niega con la cabeza, no le salen las palabras, su garganta está muda y el rostro de él se contrae con dolor.
Pasa el tiempo y ella sigue llorando en silencio, él apenas balbucea algunas palabras de consuelo, supongo que buscando el consuelo de ambos.
No puedo adivinar las razones, no el porqué de esa amarga negativa, pero ambos se levantan, él deja la cuenta pagada y salen juntos, ella con un pequeño pañuelo en la mano, arrugado y lleno de lágrimas, él mirando al suelo, con el rostro de la desolación.
Yo me quedo con una terrible sensación de tristeza, y con un despiste que me hace meter mi herida en la sal.
Me queda un sabor agridulce
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