jueves, 28 de noviembre de 2013

EL ALEMÁN

Mantienen por tradición y belleza, que no le quito ni un ápice de ella, que el fin del mundo cae por Galicia, que ahí acababa la Europa dominante y orgullosa, la tierra de los conquistadores y los distintos pueblos, sangrientos todos, que iban pasando por el calendario por etapas que es la historia. Falso. Pero no es falso porque la Tierra sea redonda, porque siga existiendo Península, porque le tenga yo especial rencor, que es más bien todo lo contrario, es falso porque donde paran los que un día comenzaron a caminar es Algeciras.
Es el final, a partir de ahí hay que coger un barco, hay que tener una documentación, un dinero, o arriesgarse a ser polizón porque si bien es cierto que la ruta de las pateras es hacia Europa, hay muchas personas que también quieren descubrir el sentido contrario, o simplemente continuar hacia abajo. Así que durante años y años personas desequilibradas, perdidas, desorientadas o incapaces de recordar ni como se llaman han formado parte del censo no escrito de la ciudad.
Recuerdo una señora valenciana con seis perros, había sido profesora del conservatorio y un día tuvo un aborto y con el dolor en el alma, empezó a caminar y hasta allí llegó. A esa señora que vivía en la calle la cuidaban muchas personas y finalmente volvió a casa limpia y en un autobús.
También un chileno, o argentino, loco que lleno de papeles por todas partes solo gritaba "Pinochet asesino", un chico de ojos inmensos y preciosos que estaba enganchado y siempre sonreía, y tantos otros... Eran, son, los "sin techo" de la familia.
Llegó a Algeciras antes que yo, o eso dicen, creen que sobre 1975 pero nadie tiene clara la fecha, hay quien comenta que apareció entrados los ochenta pero el caso es que ha formado parte de la historia de la ciudad, quieran o no quieran aceptarlo algunos. El Alemán, nadie sabe su nombre, hoy vive en una residencia, se le partió una cadera y estuvo una semana sin poderse mover, tirado en un banco, le atizó el calor y le cubrió la lluvia y finalmente la policía acudió -mucha gente llamaba por sus gritos o por su mal olor-. Cuando lo recogieron no había perdido ni un ápice de agresividad ni mal humor. Seguía blasfemando en alemán, porque jamás aprendió a hablar castellano y creo que ya recuperado, aun lo hace. Sus gritos forman parte de mi infancia y adolescencia.
Dicen que perteneció a las SS, otros que tuvo un hijo, murió y se volvió loco, otros que vino tras una mujer, pero el caso es que  ese fue su punto muerto. Al principio limpiaba una calita de la bahía, "La playa de los ladrillos", y cuando desapareció limpiaba las otras dos playas de la ciudad, hasta que un día fue demasiado mayor para tanto camino y se sentó en un banco del paseo marítimo. Sólo cambiaba de acera según la hora o la temporada, nosotros decíamos que tenía residencia de verano y de invierno. Nunca se dejó llevar a alguna institución. Los vecinos y restaurantes de la zona le han dado de comer durante muchísimos años, le han procurado mantas y han hecho la vista gorda a su suciedad y sus desplantes.
Hoy es el Día de las Personas Sin Techo, y me acuerdo de ese ya anciano desabrido y  vociferante, a veces a estas personas no los vemos, pensamos que quieren estar así o simplemente nos estorban. Puede que les tengamos miedo, con suerte algo de piedad, pero lo cierto es que no tiene que ser fácil, sea por situación económica, por un mal momento que se alarga en el tiempo, por una enfermedad o una discapacidad, todo el mundo merece una segunda oportunidad y si gastamos dinero público en tantas tonterías...no hay duda que antes debería estar tenderle la mano a todos ellos.

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