martes, 16 de octubre de 2012

MALALA

Tiene más o menos la edad de mi hija mayor y lleva años luchando. La miro a ella, a mi hija, e intento verla tan tenaz, tan valiente y tan poco niña como es Malala. Me miro en el espejo e intento comprender lo que la madre, no se si vive, o su familia sienten por dentro.
En esta época en la que los valores se han depreciado más que muchas monedas y donde el ser una persona íntegra es similar a ser idiota, llega una niña y calla bocas. O debería callarlas. Ella sale en telediarios y periódicos, no es noticia en programas de corazón ni en todas las variedades de telebasura sin opción a reciclaje que pululan por nuestras televisiones. Así que muchos que deberían estar callados, no callan, porque no oyen, no leen, no aprenden, que es lo que intenta Malala.
La imagino por las mañanas, fiel a su tradición y a su religión, tapándose su pelo negro, espeso y zahíno que se adivina a duras penas por debajo de su velo. Y veo a mi hija, recogiéndose con dificultad el pelo en una gomilla llena de purpurinas con los ojos pegados y algo de sueño atrasado en las pestañas.
"No quiero ir al cole mami, déjame quedarme en casa, tengo sueño"  diría mi hija perezosamente porque aunque en realidad le guste el colegio, no le gusta madrugar.
"Mamá déjame ir al colegio, es mi sueño, y no tengo miedo a los talibán" supongo que suplica Malala
Dos niñas, dos realidades, una injusticia.
Porque Malala ha sido tiroteada y evacuada de su país antes de que finalmente esos infames cobardes le sieguen las ganas de ser, de aprender, de conseguir algo que en este lado del mundo es tan normal como que salga agua del grifo. 
Y además ella no lucha egoístamente, ella busca que el resto de las niñas puedan ir a la escuela porque ser mujer y musulmana no implica ser menos. 
Pero ella lo ha contado en internet, y ha condenado los abusos...y se ha buscado una amenaza de muerte, que dejó de ser amenaza. Y yo echo en falta a muchas de las españolas que se dan golpes de pecho desde su afamado sillón, desde su noble micrófono, desde su aguerrido ordenador portátil y me surge la duda de por qué ella, Malala, no merece que cuenten, defiandan y apoyen su historia.
Y ahora me pregunto donde están los Premios Principes de Asturias, el Nobel de la Paz y otros tantos premios que le darían voz a unas niñas valientes que sólo quieren ser como otras niñas más...

2 comentarios:

  1. Se necesita ser completamente insensible para que esta noticia ase desapercibida.No hay palabras en ningún idioma que puedan describir el asco,el horror y la impotencia que siento sólo con pensarlo. Todo lo que dices es cierto y aún se queda corto ante la actuación de semejantes alimañas.No merecen el nombre de seres humanos o de lo contrario tendría que renunciar a pertener a dicha especie.Gracias de nuevo por plasmar tan cruda realidad

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  2. Me pregunto contigo donde están ahora los adalides de la libertad de pensamiento y las cabecillas entusiastas y flamígeras de cierto feminismo radical y demagógico. Ese es el culposo silencio pedernal y lapidario que denuncias con dolor y valentia, Rocio, y yo me sumo a tu protesta motivado por tu expresiva franqueza, al margen de la fuerza literaria con la que clamas contra el espanto de la criminal intransigencia integrista. GRacias a personas como tú, y por esa forma de contarlo, uno abriga la esperanza de que jamás caerá el silenco en el olvido.

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