domingo, 10 de marzo de 2013

ACAMPANDO EN MACONDO

En los tiempos de pluma y tintero, papel secante y hasta en los de sellos de lacre ha habido humanos que han escrito sus reflexiones, sus vivencias, y sus anhelos. Es sabido como las elegantes señoras victorianas escribían en un diario y como las adolescentes y no tan jóvenes han tenido en las hojas en blanco una mezcla de sillón de psicoanálisis y confesionario.
Hablo en femenino por la parte que me toca pero me consta que muchos hombres también se han dedicado a reflejarse en papel.
La mayoría de las veces esas cartas, cuadernos, pequeñas obras de literatura no han visto la luz, pero llegó la revolución de la red, la nube, la virtualidad y hemos  perdido la vergüenza y el pudor...la mayoría.
Hablo en primera persona al decir que lo que antes no eran mas que hojas sueltas y cuadernos amarillentos, pasaron a ser archivos de texto en mi primer ordenador. Cuando llegaron las redes sociales, me atreví a compartir alguno de mis textos con mis amigos y finalmente me lancé al blog.
Tener un blog es como dar la posiblidad de que el mundo, literalmente, lea tu bloc, el de antes, el de las hojas amarillas. Básicamente está bien aunque yo convivo entre el pudor, la vergüenza y la osadía. Me siento algo desnuda intelectualmente a la vez que me reconforta poder expresarme con libertad de los temas que elijo, además me gusta dejar mis relatos cortitos ahí, o sea, aquí, pero sin ostentación.
Me abruma ver como hay personas persiguiendo literalmente a escritores reconocidos avisándoles que ya tienen post actualizado o que han escrito algo nuevo. Esto en Twitter se ve constantemente, en otros lugares también.
Comprendo que todo el mundo intenta hacerse un hueco, está orgulloso de lo que escribe, busca una oportunidad...entiendo a todo el mundo, pero me da auténtica vergüenza ajena ese constante acoso.
También me parece digno de estudio cuando un escritor reconocido, o no tanto, escribe mil veces en las redes sociales que su libro es, que su libro fue, etc. El record lo tiene Pedro J. Ramírez con su carta de los domingos en su periódico que la empieza a anunciar cuatro días antes y llegando el momento parece más la mezcla de un telepredicador y la teletienda. Egos elevados.
Pero si hoy me decido a escribir estas líneas es por haber llegado al extremo del paroxismo al ver como hay personas que se introducen en los libros de alguien y hacen unos textos paralelos desvirtuando absolutamente el libro original. Me explico, se coge el Quijote, por ejemplo, y se hace una mezcla entre las frases originales y las de este pseudoautor y al final el Quijote vivía en Tarifa entre molinos de Endesa y tenía un colega, "el cabesa", que hacía los porros de hachís con una mano y se bajaba al moro de vez en cuando. Historia que sería estupenda si no se llamara Quijote y no utilizara frases de otro autor.
La creatividad es maravillosa y yo entono mi parte de culpa por ser de las que muestran al mundo lo que escribe (jamás con persecución, coacción, o imposición...lo dejo sin obligar a su lectura a nadie) pero creo que hay unos límites porque al final, acabaremos acampando en Macondo.

4 comentarios:

  1. Rara vez el señor del espacio combina inquietud artística y ego con talento verdadero. Parece que se le vaya la mano con esos botes y luego para compensar rellene a otros casi en exclusiva de puro ingenio. Seguro que ya sabes a quien me refiero; empieza por Al, y termina por vite ;-)

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    1. No entiendo muy bien a que viene esta alusión ¿puedes explicarmelo?

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  2. Que si Alvite tuviese la inquietud artística de ser un gran novelista, y se vendiera como un argentino, hoy sería Nobel.
    Por contra, esos que señalas, tienen las ganas, la autoestima por la estratosfera, pero no el talento. Son conseguidores natos de subvenciones, y por desgracia, abundan.

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    1. Eso no lo discuto, lo que no terminaba de entender era la referencia en mi artículo a Alvite. Aclarado queda y suscribo el comentario.

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