He reconocido en muchas ocasiones que no estudié periodismo porque no lo veía serio y además era a donde me encauzaba mi madre. Yo, como la mayoría a esa edad, andaba muy dispersa respecto a mi futuro. Y eso de obedecer a una madre...
Quería ser ejecutiva agresiva, una broker de Wall Street, una emprendedora mujer de negocios que tras años de colaboración en las grandes empresas decidía montar la suya propia hasta convertirla en un referente internacional. Fantaseaba mucho, demasiado.
Anteriormente y siendo muy pequeña quise ser profesora, como todas las niñas, con el añadido de que era lo que veía en casa, algo que evidentemente abandoné porque la paciencia es una virtud que no me ha acompañado en la vida y aún ando buscando su compañía pero ha resultado casquivana.
También me parecía bonito ser "farmateucica" me resultaba como médico sin serlo porque mi madre me explicó que para ser pediatra también hay que tener en cuenta que los niños que van al médico no siempre están sanitos en una revisión rutinaria sino que a veces llegan malitos y me pareció que no era lo suficientemente fuerte para afrontar un niño enfermo o la conversación en la que hay que decirle a unos padres que su bebé tiene alguna discapacidad o enfermedad. Era una niña que pensaba mucho, la verdad.
En los últimos años antes de decidir, quise ser ingenio industrial químico, desde pequeña me apasionó Madame Curie, pero ser química a secas me parecía con poco futuro. Elegí la rama de ciencias dando de lado a una maravillosa profesora de Historia e Historia del Arte y una nefasta profesora de Literatura. Y desistí, el dibujo técnico fue mi verdugo, no sólo no tenía capacidad abstracta, me faltaba perpectiva, visión espacial y todo lo que puede faltar me faltaba y en grandes cantidades.
Finalmente empecé una carrera que no acabé y comencé otra que me apasionó, terminé, me especialicé y trabajé en ello. Luego llegó el desempleo, la maternidad, los traslados, cotidianeidad en la que nunca faltaron unas hojas emborronadas de palabras, unos documentos de texto en el ordenador, y más tarde este blog.
Varias veces me sentí tentada de volver a la universidad y comenzar a estudiar periodismo o turismo, pero ni el tiempo, ni las condiciones económicas, ni la situación sociolaboral me inspiraban a ese gran sacrificio.
Los azares de la vida y el querer estar pendiente de la actualidad me han hecho siempre seguir las noticias, las columnas de los periodistas, el día a día de una carrera que desistí de hacer, y reconozco que me gusta, pero me apasiona más juntar las letras, con mayor o menor fortuna, a mi libre albedrío, desde una postura algo anárquica e incluso ácrata en la que la única actriz invitada soy yo misma.
No sé si algún día escribiré algo serio y si tras ese gran paso conseguiré que alguien me lo edite o lo que se haga por aquel entonces, que el mundo avanza que es una barbaridad, parafraseando a Don Hilarión, pero lo cierto y verdad es que mientras tanto, y a mi ritmo, estas gotas de Nervocalm me ayudan a quitarme el gusanillo de lo que siempre estuvo en mi vida, escribir para contar historias ... o mi historia
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