lunes, 5 de mayo de 2014

INSOMNIO Y COLORES

La noche del pánico fue la que vino después de la noche de los suspiros. Si había que ponerle nombre al insomnio es mejor que sean literarios y hasta grandilocuentes. Es la opción de vestir de importancia el común trastorno del sueño. También es cierto que al denominarlas así, se clarificaba de perfectamente lo que sucedió en esas horas de oscuridad.
Cuando llegan esos días en los que los ojos se niegan a cerrarse, y que cuando se cierran, están más abiertos que nunca, las noches son ésas donde la cama se vuelve enemiga, la almohada un saco de arena de los que sirven para entrenarse en el gimnasio y las horas eternas.
La primera noche fue la de los suspiros, la presión en el pecho buscaba un escape, temblaba el aire en los pulmones como tiritando, y se iban hilvanando sin parar y casi sin descanso. Se podría decir que salía más aire del que entraba, a penas podía inspirar. Las lágrimas no salían a borbotones y sólo la pequeña humedad que el lacrimal iba destilando como si fueran gotas de oro, empapaban levemente las pestañas.
La segunda noche fue la del pánico. Se acababa el tiempo. Había tomado la decisión de esperar, y eso conllevaba estas dos noches de ansiedad, pero tras asumir que pronto habría que coger el toro por los cuernos y que desde ese mismo instante, tendría que aceptar lo que viniera, ya no quedaba la opción del suspiro, ya sólo había que intentar contener los nervios. Tarea inútil. Imposible. Sin dormir, sin haber descansado, con la cabeza sin parar de girar como una noria, agotada mentalmente y el cuerpo incapaz de rendirse, con la tensión manteniéndole en pie.
Pero llegó el sol acariciando la piel desde muy temprano y se echó a reír. Ni un segundo más de angustia. No esperaría más. Se acabó el drama. No se iba a permitir caer, ni siquiera tropezar. Era un paso atrás, tampoco iba a engañarse, pero cualquiera sabría a donde le llevaba ese camino, a lo mejor era lo que necesitaba. Ya había tenido duelo suficiente. El mundo seguía girando y no era cuestión de que pasara la vida en un lamento.
Era el día de pintar de colores el gris...

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