miércoles, 4 de julio de 2012

OREJA DEL MUNDO vs CERVEZA

Desde que era muy joven, desde que iba en el autobús urbano hasta la playa, yo debía tener unos catorce años como mucho, de las primeras veces que iba sola a algún sitio, a mi me han contado cosas.
A veces las confidencias eran operaciones, ya que el autobús incluía un agradable recorrido en el que había una parada en el hospital, de hecho creo que tengo la posibilidad de operar "demenisco" y de "visícula" sin haber pasado por facultad alguna y muchísimo menos por el Mir, y acierto a diagnosticar con los ojos cerrados la hiperglucemia, la hipertensión y el tratamiento a seguir.
En otras ocasiones la conversación la dirigían a las críticas de familiares, quisiera yo conversar o no con la criticona. Si algunas nueras o suegras supieran lo que se puede llegar a decir en diez minutos...yo creo que se quedarían perplejas o puede que no se quedaran tan impresionadas como yo porque también son capaces de hacerlo...En realidad para ellas es como repetir un guión, como si en sus cabezas lo hubieran dicho tantas veces que a la hora de verbalizarlo sale  a tropel, como si abrieran unas compuertas. La cantidad de barbaridades al minuto no era nada desdeñable y porque ya me las sabía, pero era el mejor aprendizaje de insultos y palabrotas que he oido en mi vida, en el más castizo de los andalucismos.
También oía muchas penas de amores, las que menos porque ahí les costaba un poquito más, pero si el viaje se alargaba...caía, seguro, pero más de una, de dos y de treinta si que he oido.
Esto no cambió cuando dejé de coger el bus urbano, me siguió sucediendo en consultas de médicos (un gran foco), en la peluquería, en la cola del banco, en los centros de la administración pública, en los comercios, en los trenes, y hasta en los aeropuertos...donde todo el mundo parece tan impersonal y poco dialogante.
De ahí que pasara a autodefinirme como "oreja del mundo". Soy una persona que oye, que asiente, que sonrie y que a veces y a ciegas intenta decir una frase que reconforte a la persona que te cuenta algo que necesita soltar, que le angustia, le apena ¡y a veces hasta le alegra!, recuerdo una señora que la llamaron al móvil y a duras penas podía cogerlo, no veía "delcerca" y se lo descolgué yo...¡¡y su hija le decía que iba a ser abuela!! nos emocionamos muchísimo claro, ella por supuesto le contó que yo le había ayudado y que estaba esperando para ayudar a colgarlo. Y esperé, y colgué y supongo que será una abuela estupenda.
Otro día, y palabra que no miento, en El Corte Inglés, una señora me preguntó si me gustaba un vestido para su nieta, contesté que era muy mono, algo cortante, me la veía venir, me enseñó seis, opiné, busqué lo que quería....y luego me dijo, ¿me lo cobras?, su cara cuando le dije que no trabajaba allí era un poema, me reí mucho, pobrecita, ahí había estado yo escuchando la gran carrera "de maestra de niños mayores" que estaba estudiando su nieta, lo guapa, lo lista, lo trabajadora que era...He elegido pendientes para hijas, hasta me he probado una vez un vestido, ¿te importa muchacha, es que es más o menos como tú?
Mis amigas también me cuentan sus cosas, como es lógico, los hijos, los padres, los nietos, las enfermedades, las desilusiones, los fracasos, los problemas...y comprendo que tengo que estar, que es justo, y si se sienten levemente reconfortadas pues aún mejor y si puedo ayudar en lo que sea me siento más tranquila, sabiendo que apoyo a alguien en sus malos momentos. A veces son horas al teléfono, al ordenador o tardes de café y lágrimas, no me gusta ver a nadie triste, deprimido, sufriendo y sé por experiencia que una mano tendida ayuda más que un pie en la cabeza.
Muchas veces me pregunto a qué puede deberse, y mi madre siempre dice que la gente ya no va a hablar con los curas, y los psicólogos están muy caros, y el ser humano sigue siendo un ser social y las penas compartidas son menos penas, y al contarlas parece que pierden fuerza, como la coca cola.
De eso no me quejo, lo llevo como si fuera un superpoder, un don divino, de lo que me quejo y aprovecho, ya que estamos, es que cuando las cosas vienen bien dadas y lo que se cuentan son alegrías, a nadie se le ocurre decir..."Niña, que te invito a una cerveza"


(No os enfadéis, sabéis que sigo siendo "la oreja del mundo")

4 comentarios:

  1. Me ha encantado.
    Me pasa algo parecido y en el fondo es muy gratificante.
    Creo que tiene razón tu madre.

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  2. Yo digo muchas veces que tengo algo de sicóloga. Una sonrisa franca, una caricia en la mano, reconforta tanto.....A veces cuando se me echan a llorar, se me parte el corazón. Empatizo con las personas y éso me hace sufrir. Como no vamos a padecer de cefaleas. Un beso preciosa.

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  3. ..."Mi miamiga, que te invito a 10 cervezas", ....en El Rincocillo y con collar de perlas, claro

    Gracias

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  4. Muy bueno, no lo había leído antes.
    Es algo muy común en los lugares públicos, no digo nada en las colas de las carnicerías y la charcutería, te dicen algunos el menú de toda la semana jajaja. Si es que hay gente que tiene que hablar en la calle porque en sus casa no los escuchan!! Triste pero cierto.

    Lo que me ha encantao es el comentario de tu miamiga jajajaja, como sabe que te debe buenas noticias :)

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