¡Qué fácil se me hace traer a mi recuerdo algún pasaje de mis infantiles veranos!
Veranos de libros, muchos libros, siempre los libros, al despertar, después de comer, jamás dormí la siesta...¡qué cosas!, durante la fresquita de la tarde esperando un anochecer, siempre como una tradición todos los Agatha Cristhie, las "pecaminosas" novelitas de Luisa María Linares, todos los Mafaldas, y los Astérix, y abriendo el verano... "El Camino" de Delibes.
Y durante algunas semanas, vacaciones estivales de viajes culturales, creo que no valoré en su justa medida el esfuerzo materno por enseñarme a aprender de piedras, caminos, museos, lugares de España y del extranjero. De hecho me recuerdo protestando por ir otra vez a Santiago de Compostela donde auguraba que el Santo me abrazaba a mi en vez de yo a él. Hoy veo como ella le enseña a mis hijas igual y me doy cuenta del privilegio que tuve y que gracias a Dios siguen teniendo ellas, solo que ahora yo les señalo la suerte que tienen, no quiero que no lo tengan en cuenta. No todos los niños pueden aprender tanto ni in situ.
También, evidentemente, eran veranos de playa, viviendo en una ciudad de costa formaba parte de la normalidad, todos los días a la playa, otro punto que no valorabamos en su justa medida, había gente cociéndose en según que sitio de nuestra geografía y sin embargo nuestra cotidianeidad nos hacía tomarlo como algo natural...todo el mundo, para nosotros, tenía derecho a la playa.
La playa...curiosamente la playa de mi infancia no fue la playa de mi adolescencia. Catorce o quince años y la playa con las amigas, las risas, muchísimas risas, el calor, jugar a ser grande sin perder la inocencia de la que acabé desprendiéndome a base de tropiezos, lo que algunos dirían experiencia...¡Cuántas veces echo de menos esa blancura de alma, esas risas, esa vida en la que la máxima complicación era saber a que hora quedábamos! Siento como si fuera ahora mismo el calor de piel tras la tarde en la playa, el sabor a salitre, el crujir de mi pelo, y las charlas sentadas en algún portal comiendo chuches o algún dulce....primeros corazones rotos.
Y ¿ahora? Ahora toca otra vida con otras vidas, otra etapa, otro mundo, otros recuerdos, distintos, nuevos, igual de intensos pero sin la inmaculada sensación de que los días sucedían por el calendario sin más temor que el quince de septiembre y la vuelta al colegio.
Feliz Verano.
Has conseguido que reviva mi niñez y los lejanos dias de una adolescencia soleada, ingenua y confitada. Fue todo tan hermoso y a la vez tan breve! Pero no importa, Rocio. La memoria conseva joven el tiempo. Y la niñez y la adolescencia fueron no hace tanto, hasta que en un abrir y cerrar de ojos nos dimos cuenta de que la esperanza era el pasado y había muerto para siempre la señora de aquella pastelería en la que olía como mercería el aliento de la crema. Gracias por tu evocación y felicidades por tu estilo.
ResponderEliminar… Después de opinar el maestro mejor no digo nada que seguro haré el ridículo.
ResponderEliminarMiamiga supera por entradas