Comentando el otro día sobre el tipo de vida que elige vivir cada uno, el tipo de amor, de manera de relacionarse, de elegir valores, recordaba una anécdota, un momento vivido en Granada y me dije que sería una historia que me gustaría escribir, por compartirla.
Durante muchos años, diez más o menos, no teníamos coche, éramos una extraña familia de cuatro miembros pero sin coche. Para ir de vacaciones con la familia, íbamos en bus o en tren. Conforme las niñas crecían nos íbamos decantando por el tren que aunque era eterno y tercermundista las niñas al menos podían moverse. Evidentemente no hablo de la alta velocidad.
Un verano, bajábamos hacia la estación de Renfe de Granada y paramos a comprarle botellitas de agua fresquita y paquetes de gusanitos y patatas fritas a las niñas. Era una tiendecita pequeña, de estas en las que te venden de todo, desde gel hasta arroz; durante un tiempo, creo recordar, lo llevaba un señor mayor pero esta vez había un oriental al otro lado del mostrador. Nada extraño.
Estábamos allí decidiendo entre el universo de los snacks salados, cuando entró una chica demacrada, delgada, harapienta, alcohólica y supuse que algo más se metería, parecía muchísimo más mayor de lo que era. Pidió una botella de litro de tinto de verano: "un sandeví" .
El instinto de madre en esos momentos es proteger a tus hijas, sea justo o no, pensar la de piojos que tiene en la cabeza y también lamentar que una persona acabe así, sin saber si quiera la razón.
Tras ella entró un hombre joven, igual de harapiento, sucio, con olor a sudor rancio y reconoció a la chica...se saludaron casi de manera tímida. Él iba a comprar algo de alcohol también pero tenía menos dinero que ella.
En un susurro ella le dijo: "Si quieres te invito a un sandeví, pero no porque quiera acostarme contigo..."
¡Ahí estaba!, la dulzura, la amistad, el compañerismo, la generosidad extrema ante la miseria... sin querer recibir nada a cambio...igual le compensaba la charla o el hacer algo por él, a lo mejor le gustaba el chico, no tenía que ser insensible al amor...
En ese momento te das cuenta de lo injustos que somos, de lo superiores que nos creemos en ocasiones. Ahí estaban ellos, tímidos y avergonzados, quizás porque tuvieron una relación anterior o porque se atraían, no lo sé. Estaban juntos hombro con hombro dándome una lección que ella consiguió resumirlo del todo..."si quieres te invito...pero no porque quiera acostarme contigo".
Donde menos y de quien menos te lo esperes, recibes una lección.
ResponderEliminarA veces el que menos tiene es quien mas da.
Gracias por contarlo, es muy bonito.
¿Y...?
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