viernes, 8 de marzo de 2013

JABÓN EN LAS MANOS

Hay cosas de la niñez que no se olvidan nunca, el olor de mamá, el ritual de la merienda, la caja de los lápices de colores, los domingos de sol, la piel tras la ducha a la vuelta de la playa, la mañana de Reyes, los dibujos animados de la tele, la que había...
Existen momentos como madre que se parecen mucho a esos momentos como hija, la primera vez que me di cuenta fue cuando le lavé las manos a mi hija mayor, era yo la de la mano grande que se enjabonaba primero y ayudaba a esas manos pequeñitas, sudadas y churretosillas a quedarse limpias, casi recordaba el tacto de las manos de mi madre en las mías y ahora me tocaba a mi ser la adulta, la encargada de mantener la higiene, la educación, de esa niña que quería jugar a hacer pompas con el jabón en las manos y me miraba con los ojos más elocuentes y grandes del mundo.
Recuerdo cuando yo enfermaba entre el aburrimiento y la satisfacción de sentirme aún más mimada. Aunque cuando tocó la interminable tosferina creo que ya no me valían ni los mimos. Yo estoy orgullosa y feliz de haber sido una niña mimada, que no es lo mismo que una niña mal criada. No confundir, por favor.
No hace mucho me tocó ser la madre que mima por enfermedad y al estar mi hija algo dolorida y un poco débil por el pugilístico maltrato muscular que provoca la fiebre alta, la acompañaba al baño y cuando le ayudé a lavarse las manos como hacía tantas veces y nos miramos en el espejo las dos, una a lado de la otra, fui consciente de que ya era más alta que yo. Ella sonrió contenta de "ganarme" y yo volví a darme cuenta delante de un lavabo que algo había cambiado otra vez y para siempre.

1 comentario:

  1. Es la historia mas bonita que has escrito segun yo, por su sencillez, su ternura, su humanidad y su realidad. Además tiene un poder evocador para todos lo que lo lean ya que viene a la memoria ciertos momentos de la infancia que todos hemos vivido de alguna manera.
    Yo he recordado cuando con cuatro o cinco años mi madre me sentaba en la mesa del comedor y me ponía los calcetines, yo la miraba y recuerdo con la suavidad y la delicadeza que lo hacía, los doblaba hacia fuera para meter solo los pies y cuando encajaba los talones iba subiendo el resto por las pantorrilla, luego me cogía por debajo de los brazos y me ponía en el suelo despacito, era tan tierna.....comparándola con madres que he visto manejar a los niños con brusquedades y prisas ella era muy delicada.

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